RECORDANDO A MANOLO MARTÍNEZ Y ALGO DE SU FILOSOFÍA DE LIDIAR RESES BRAVAS
Por: Manolo Herrera
Amigos aficionados al mundo mágico, misterioso y polémico de la fiesta brava, sean bienvenidos a su columna …De Tirón a Tirón…!!! Ojo, mucho Ojo, ahora tengo mucho gusto en presentarles una entrevista que le realizó Guillermo Cantú , en noviembre de 1989, a Manolo Martínez, de ello a fines de este mes se cumplirán 26 años de ese hecho, a una enorme figura del toreo mexicano el mismo que va narrando como se hizo novillero, luego figura del toreo, mandón de adveras dentro del ruedo y fuera de él, figura indiscutible que siempre que actuaba ponía los cartelillos de “agotado el boletaje” , porque esos son las figuras del toreo que llenan, al conjuro de su nombre, las plazas de toros cualquier día de la semana.
Ya sin más protocolo va la entrevista y usted saque conclusiones del como surgen las figuras del toreo.
¿Cómo iniciaste tu carrera, Manolo, cómo hiciste para lograr con el público intensidad tan grande?
Antes de contestar Manolo se hunde nuevamente en su vida interior, ese recinto suyo en el que no ha admitido a nadie por tanto tiempo, pero en el cual, conforme transcurren los años, ha crecido una energía que empieza liberarse. Piensa y mira reservado. Surca la frente con las arrugas de su lucha más que de la edad y emprende el viaje a los orígenes de su decisión primera:
-“Recuerdo que siendo muy joven, de repente me di cuenta que yo no iba hacer nada que no fuera torear. Ser torero se hizo la única razón de mi vida. Bruscamente sentí, como acción refleja, que cerraba las puertas a las demás opciones. Mi padre, al enterarse de mi resolución, me exigió terminar una carrera como ineludible compromiso familiar. Acudí sin pérdida de tiempo a la escuela de agronomía de la Universidad de Nuevo León. El director que seguía la tradición iniciada por mi padre en ingeniería, me entrevistó personalmente, preguntándome por qué quería yo seguir esa carrera. Le contesté derecho: ¡Porque quiero ser torero! No sé cómo, tal vez por la decisión que vio en mi cara, me aceptó. Jamás terminaría los estudios. Asistía a clases pero…mi cabeza no estaba ahí, sino en los toros. Una vez Gerardo mi hermano compró 300 cebús y se puso con sus vaqueros a herrarlos. Conforme iban soltándolos, todavía dolidos del fierro candente, braveando y embistiendo, yo me atravesaba con ellos para darles uno, dos y hasta cinco pases a cada uno. Me dieron duro, golpes y revolcones, pero aprendí bastante sobre su comportamiento, de cómo se desplazaban, de su capacidad física de ataque y algo sobre su ánimo. Para nada vivía yo que no fuera prepararme para ser torero, sin dudas o distracciones de ningún tipo…”
(Lo anterior es un ejemplo del como sirven torear cebús o vacas toreadas en la etapa de aprendizaje de aquellos que quieren ser toreros, lo lamentable es que ahora los jóvenes quieren prepararse solamente con vacas sin torear. Otros de los grandes toreros que torearon, solo por mencionar algunos de muchos, vacas de retienta y cebús en sus inicios lo fueron Mariano Ramos, ya de figura todavía pedía primeramente vacas de retienta antes de tentar, algún día que alguien les platique del cómo se fue formando el enorme Mariano allá en la vacada de Ibarra del inolvidable don Agustín Chávez; Curro Rivera, retentó infinidad de vacas y con ello salió como un león en las filas novilleriles; al igual que Jesús Córdoba, Jorge Gutiérrez)
Pero eso no es escuela, ¿no tenías algún maestro?
-“…Algunos amigos de mi hermano me orientaban, pero realmente nadie te enseña eso. Si no lidias a los animales, no aprendes nada. Claro que me decían como hacer las suertes, pero para mí lo importante era entender las reacciones de las reses. Después durante las comidas, a la luz del sol o de alguna lámpara me hablaban de las grandes figuras y de las cosas que hacían. Cómo se paraban y caminaban en la arena. De su aguante y cómo se imponían al toro Y A LOS DEMÁS. Yo no soy de muchas palabras, siempre he preferido escuchar, solo imaginaba los ternos en que se enfundaban esos toreros y sus actitudes. Me estiraba con ellos y anticipaba en mi mente el ruido de la plaza. Luego volvía a la tierra y a las piedras del rancho, a sudar. Cada vez que las reses me hacían tragar polvo, yo entendía más…”
(Mucho de lo que aprendió en teoría y técnica Manolo Martínez en sus inicios se los debe a su paisano a mi estimado Julio Rivera “El Chirrín”, cómo que vivió en casa de Julio cuando Manolo abandonó el hogar paterno ya que “no querían torero en casa”)
¿Y qué fue lo que aprendiste primero?
-“…Que no se puede dominar nada sino se sabe lo de abajo, lo técnico, lo fundamental. En este caso, el toro y sus posibilidades de ataque, como lograr que embistiera y prolongara su acometida…”
-“…La distancia…” –murmuró pensando en voz alta.
-“…No. Lo de la distancia vino después. En lo que me fijaba entonces era en su forma de atacar, cuándo eran bravos, cuándo mansurroneaban. El animal bravo acude al engaño tratando de hincar el pitón en el trapo. Los menos bravos están dispuestos a dar testerazos, empujones con la pala, simulan el ataque pero no dan todo, no muestran la misma determinación de herir. Lo hacen con miedo, sin entregarse, sin la codicia concreta de usar sus armas. Los manos se retraen, se arrinconan y emplean la cabeza a la defensiva…”
Bueno, pero todas estas cosas te las decían, tal vez no en el campo pero sí en las plazas, cuando empezaste a torear, ¿no?
-“…DE TOROS SABE MUY POCA GENTE. Tuve que aprenderlo por mí mismo…”
¿Y los conocedores, los que se fijaron en ti tan pronto te dejaste ver?
-“…NO SABEN NADA; te digo QUE DE TOROS Y DE TOREAR, MUY POCOS, DE VERAS MUY POCO. El público sabe de la fiesta, la comprende y sobre todo la siente bien hondo, PERO SABER DE TOROS ES ALGO MUY DIFERENTE. Mira el toro ha sido crea. No puedo alcanzarlo para atacar, se le ha seleccionado genéticamente para el combate. Los buenos ganaderos han logrado que sea bravo y que además embista de continuo, con fijeza, con clase, cada vez con mayor regularidad. Para poder aprovechar esa bravura, depurada en los encastes, es necesario entender lo que pasa en su ´mente´ porque el toro ´piensa´. Su instinto lo hace ´idear´ como contestar a la agresión y repeler lo que ha invadido su territorio, porque también tiene ´amor propio´. ¿Qué crees que le pasa al toro cuando salta a la arena con el primer castigo que se le impone, la divisa? Arremete con todo su ímpetu al que se le atraviesa en su carrera por el ruedo. Lo que sigue, para él es terrible: sus embestidas se le van en blanco. Cada objeto de su ataque termina en falso. Es natural, su fuerza está intacta, le sobra coraje. No se fija, no sabe lo que está pasando. Ataca una y otra vez y el sujeto de la invasión se esfuma, no aparece, no se materializa. Le pegan desde el caballo que, como un muro imponente, casi no se mueve al recibir sus impactos; concluye que es inútil la lucha, luego con las banderillas vuelve a sentir algo punzante, ardoroso. Finalmente ataca a la muleta en su último intento…
“… Después de varias acometidas en balde, el animal decide pararse. Se detiene y ´piensa´ con su instinto para preguntarse: ¿Qué está pasando aquí? Ataco, me esfuerzo y ¿Qué consigo? Nada, siempre me burlan. No puedo alcanzar a los que me molestan y hieren. En su pausa, reconsidera mirando al torero y al engaño. No discierne cuál de los dos es el que lo acosa y parece decir: Ven, ven tú elusiva figura, acércate que ahora sí voy a alcanzarte. Si en ese momento de ´reflexión´ del toro, el torero acude y lo obliga, el toro se resabia y defiende, ya que se ha puesto a la defensiva. Embestirá sin duda, pues para eso le han manipulado sus genes, pero no será claro, tirará cornadas para identificar ´quien es su enemigo. Si el espada, por el contrario, entiende ese momento crucial y aguarda sin precipitaciones, acercándose poco a poco hasta encontrar la distancia, sin agobiarlo, sin ir descaradamente a él, entonces el toro recuperará su seguridad y se convencerá de que es él el que tiene que ir de nuevo. El engaño es entonces completo o, más bien dicho, el toro se desengaña definitivamente y se concentra en la muleta…”
¿A eso obedecen las pausas largas que haces entre series? ¿O son para que el toro se reponga del esfuerzo realizando un suspiro para que pueda atacar de nuevo?
-Darle un respiro no es el objetivo primordial. El toro tiene fuerza suficiente para emplearse durante los 15 minutos de lucha que da, con intervalos razonables para su recuperación. El propósito más importante consiste en que durante ese tiempo vital ordene su instinto mental y reconsidere que él es el que tiene que ir al trapo. El es el bravo, el que debe acometer, para eso fue creado. Él tiene que tomar la iniciativa, formular su plan de ataque, de cómo cazar al intruso que invade sus terrenos, que lo burla y se escapa. Una vez con su plan, el animal vuelve a atacar y es cuando el torero empieza a mandarlo, a señalarle con la muleta el camino de su embestida, hasta gobernarla íntegramente…”
¿Es entonces cuando se puede hacer algo bello?
-“…Sí, pero antes hay que ir hasta el fondo, tratar de hacer que el toro ´rompa´…”
Romper tiene varios significados. ¿a cuál de ellos te refieres?
-“…Romper es ese momento preciso en que el toro pasa de la etapa brusca, desarreglada de su ataque, al periodo de entrega, de entrega total; cuando desengañado acude con codicia, si es bravo, convencido, concentrado en una pelea que parece disfrutar y que el torero extrae para graduar su fuerza, y al hacerlo, imprimir su expresión personal. En ese momento se presenta la oportunidad de corresponder a esa crianza de calidad del toro pues no todos los toros dan ese tono. Es un secreto de algunos ganaderos; cuando se da, el matador debe hilar fino, ponerse a la altura. La muleta tersa, fija, firme y ágil en la mano, que la debe llevar con suavidad, sin movimientos bruscos que lo despierten de ese nuevo mundo en que se ha metido. Templarlo sin apremio, sin chicotazos al rematar o engranar, sin oblicuidades que lo descentren o distraigan de su atención en el trapo, para que pueda descargar con plenitud su fuerza, su coraje…”
Se afirma que ciertos toros no embisten o tienen pocos pases porque son más ´inteligentes´ y no se dejan engañar…
-“….Lo que pasa en realidad es que algunos toros se aburren. Se les deja pasar su momento, no se les templa y, aunque no se resabien, simplemente dejan de esforzarse. Se convencen de que no van a lograr nada…ni él ni en el otro…”
Efectivamente. Cuando hay bravura y hay torero, se establece un di8alogo. Hay un lenguaje común. Se puede hablar con el toro, con los símbolos e instrumentos del matador, por supuesto…
“…Así es. Ahora qué se diga depende de lo que uno sea, de lo que uno tenga dentro. No se puede fingir por mucho tiempo lo que uno no es. A muchos toreros los conozco fuera de la plaza y sé lo que van a dar en el ruedo. No necesito ´COMERMELOS CRUDOS´ en la puerta de cuadrillas cuando ya vienen digeridos por sí mismos…!
Regresemos a ese momento de misterio, cuando el toro rompe y se entrega ¿Quiere esto decir que termina el peligro y que el torero puede hacer lo que quiera?
-“…No, claro que no. Lo que ocurre es que el torero tiene entonces la oportunidad de hacer una faena verdaderamente grande, pero todo puede suceder. Un titubeo; un movimiento brusco, un pase destemplado, el viento, y la cornada llega o el torero desluce. El toro despierta de su encantamiento y retorna al mundo del sufrimiento y del acoso. Se evapora ese momento que para mí es irreal…”
Volvamos a los cimientos del arte antes de vibrar con el sentimiento y hablemos de los terrenos, tan mentados como incomprendidos. ¿Cuáles son esas áreas en el toreo?
-“…No hay más que dos terrenos. El del toro y el del torero. Es algo muy lógico. Como en los pleitos, te proteges pegándote a la pared para asegurarte de que, cuando menos, por detrás no te lleguen. Igual ocurre en la plaza. Uno toma las tablas para cubrirse la espalda, dejándole al toro el resto del terreno, pero el ideal en el que se torea mejor es aquel donde se molesta menos al toro, donde éste puede pelear desahogado. Cerca de tablas, por ejemplo, no es bueno porque el toro se toca con la barrera, con la gente que hay en el callejón o con los ruidos que salen de barreras. En general, el mejor terreno es del tercio a los medios, donde el burel puede moverse sin forzamiento alguno, circular con libertad, sin obstáculos ajenos al engaño. El toro, cuando siente que va perdiendo, se desespera, busca las tablas, se refugia en ellas para eliminar un punto de ataque. Lo hace cuando lo atosigan, por eso tiende a defenderse, o bien cuando mansurrea. Al toro hay que facilitarle su lucha, hacerle sentir que puede ofrecer una buena pelea. Que se confié porque no se le maltrate, jalonee o insista si está mal parado y al arrancar tropiece. Cuando se cuidan estos detalles, los terrenos casi desaparecen y la lidia se da con el mínimo esfuerzo…”
Se dice, Manolo, que has apurado muchas de las reglas clásicas del toreo al hacer el tuyo, sobre todo en la segunda etapa de tu carrera: la colocación de las piernas, el abuso del pico de la muleta, estrellare la franela en el hocico o en los pitones… ¿Qué opinas de esto?
-“…Sí, algunos quieren que yo toree como ellos se imaginan el toreo, pero como te he dicho anteriormente, no saben nada de esto. Parece. PARECEN JESUITAS HABLANDO DE MATRIMONIO. ALGUNOS NI SIQUIERA HAN TOCADO UNA MULETA. NO SABEN NI LO QUE PESA. EL TOREO CONTEMPORANEO, DESDE HACE MÁS DE 30 AÑOS SE REALIZA EN REDONDO. YO NO LO INVENTÉ, MUCHO MENOS LA FORMA Y DIMENSIONES DE LA MULETA. EL INSTRUMENTO VIENE CON PICO. SI LO TIENE ES PARA USARSE, ¿NO? LO ÚNICO QUE HE HECHO ES TUMBARLE AL ESTOQUE UNO DE LOS GAVILANES, EN UN INTENTO POR ´MATAR MEJOR´…” -.Aclara con una sonrisa burlona.
¿Cómo se conoce la distancia, Manolo, en qué consiste?
-“…La distancia no es cuestión de metros o centímetros. Cada toro tiene la suya o, más bien, cada pase de cada toro impone su distancia. Uno lo siente al efectuar el cite y puede ser igual o distinta a la anterior…”
Pero, ¿qué permite descubrirla con exactitud?
-“…Los ojos. El toro te dice cuándo va a embestir con sus ojos…”
¿No hay otro signo o actitud del burel que te indique su decisión?
-“…No. Los ojos te lo dicen todo. Es como en los pleitos callejeros, hay que mirar los ojos del contrincante, no sus manos. Ellos anticipan cuándo se va a soltar el golpe. Fijarse en otras partes del toro confunde. Si se observan los pitones, por ejemplo, el torero se puede encandilar y hasta hipnotizarse. La determinación de atacar la refleja el toro exclusivamente en los ojos. Los movimientos de la pupila te dicen la eminencia del ataque. De hecho, una de las cualidades que se buscan al seleccionar los empadres es la fijeza de los ojos precisamente, porque ellos te dicen la concentración interna de que es capaz la res…”
¿Por qué dejaste de emplearte con la espada de acero?
-“…Porque en Caracas un toro de Santo Domingo me cogió y al caer me rompí el escafoides de la mano derecha, que sirve como balín a la muñeca. Es un hueso muy delicado e importante que se nutre de una pequeña vena. Me repuse de dicha fractura, pero me molesta aguantar mucho peso en la mano. Sucedió en noviembre de 1969 y desde entonces tengo que usar el simulado, salvo en algunas ocasiones…”
De todas maneras, matar nunca ha sido tu fuerte. El público que te toleraba esta deficiencia de vez en cuando te gritaba: ´¡tú toréalo, yo lo mato!´, pero como todos los gritones, permanecía en la grada encantado con su chiste. ¿Por qué esta limitación en la suerte suprema?
-“…He matado bien muchas veces…”
Pero has matado mal más veces. Ya no digamos después de tu retorno, con tus facultades mermadas, sin poder confiar en el resorte de tus piernas, sino antes, cuando no te salías de la suerte…
-“…Tal vez se deba a que en mi segunda novillada en la México un astado me dio la cornada entrando a matar. Me sentí indefenso, no me di cuenta de lo que pasó, le perdí la cara al novillo. Desde entonces le agarré desconfianza a la suerte. A veces sentí que el arte llegaba. Maté bien, entregado, siempre que fue necesario…”
¿Qué no siempre es necesario?
-“… Sí, siempre es necesario, pero no siempre es importante. Cuando hay que dominar, es preciso ir por derecho, dejando atrás las dudas y miedos que uno carga. A veces resulta, otras veces no…”
La abulia, Manolo, y su contraparte, la entrega, ¿por qué no esforzarte cada tarde que vistes de luces?
-“…Es el toro el que me hace reaccionar así: si tiene calidad, hay materia, si no, prefiero abreviar. También si las condiciones del tiempo son malas. La lluvia,, el tiempo, el medio ambiente de la plaza te dan la pauta de la entrega. Para mí lo más importante es el arte. Si no se puede dar, prefiero terminar pronto. Yo no temo a lo peor que pueda suceder, que finalmente es quedar mal, hacer el ridículo, recibir la cornada e inclusive perder la vida. No hay que temerle a nada, el que no pueda aguantar esto,, NO PUEDE MANDAR. Pero por dentro, el ambiente de los toros es muy duro, muy caprichoso, emocional. Te sorprendería la cantidad de HOMOSEXUALES que hay alrededor de la fiesta. No me refiero a los toreros, sino a la gente que los rodea, individuos extremosos, aberrantes, que chillan con una ferocidad casi criminal. El lenguaje es grosero y en ciertas conversaciones con frecuencia tratan de llevarte a una trampa, de ponerte zancadillas, de herirte con maldad para atajarte en tu carrera, para disminuir tus triunfos. El arte es lo único que se eleva por encima de todas estas miserias humanas. Es tan difícil que los taurinos se pongan de acuerdo…”
Quisiera resumir sucintamente los secretos de tu lidia, Manolo…
-“..No son secretos. Lo que yo hago, lo hago frente a todos…”